SOBRE LA OBRA: "LA CASA DE CARTÓN"

El 10/04/2022

En Paseos literarios

SOBRE LA OBRA: “LA CASA DE CARTÓN”

“Paseos literarios” tiene el honor esta vez de comentar una gran obra literaria del poeta peruano Rafael de la Fuente Benavides, más conocido por su seudónimo de Martin Adán. Este poeta peruano, representante del Vanguardismo, aparte de sus poemarios es conocido por una obra en prosa denominada “La Casa de Cartón” de la cual se dice su autor la empezó a escribir a la edad de dieciséis años cuando estudiaba la educación secundaria. José Carlos Mariátegui, director entonces de la revista “Amauta”, vio en esta obra el surgimiento de una obra maestra digna de publicarse y que significaba un cambio fundamental en lo que se venía haciendo en la literatura peruana de ese entonces. Publicada en 1928 con una tirada de trescientos ejemplares fue apreciada por el círculo de los amigos y personas allegadas al poeta. Sin embargo, fue años después en 1958 que tuvo una difusión comercial con mayor acogida y aprecio de la crítica.
“La Casa de Cartón” es una obra en prosa, pero de tono poético, se le ubica como una novela, pero quien tenga que leerla para no caer en una inicial confusión, desde un inicio tiene que saber que no tiene un hilo que nos conduzca a un argumento de acciones típicas de una novela clásica de inicio-conflicto-desenlace. Su arquitectura está formada por pequeños capítulos ausentes de diálogos y acciones, pero sí lleno de bellas descripciones poéticas del balneario de Barranco en Lima donde el narrador – un adolescente- expresa sus experiencias desde su punto de vista dando una visión de fotografía o estampas de la realidad física y espiritual donde vive. Cabe resaltar que esos pequeños capítulos nos van a dar un panorama total de sus vivencias como adolescente. Pero este  adolescente, es un personaje narrador que nos sorprende con la singularidad de un conocimiento amplio de su entorno al que le da un cariz poético. La universalidad también está presente cuando hace referencia a contextos alejados mencionando personajes de la realidad cultural europea de ese entonces.
En cuanto a los personajes, varios de ellos son mencionados con descripciones muchas veces sorprendentes dando a ellos un aureola física y espiritual muy especial. Cabe destacar algunos de ellos en especial por la influencia que causan en la vida del narrador adolescente. Empezamos por Ramón, a quien a lo largo de la descripción lo presenta como ese compañero espiritual que más influenció en el conocimiento y comprensión de muchos aspectos de la vida del protagonista. También nos muestra la nostalgia de su muerte sorprendente al lector pues no se menciona la causa de su muerte, pero sí se aprecia el impacto en la vida similar a la pérdida de un hermano o alguien fundamental en nuestra existencia. “Bendito sea Ramón, el loco que me enseñó a ver el agua de mar, las hojas de los árboles, las casas en las calles, el sexo en las mujeres. Por aquí se ha quedado Ramón hecho líneas, luces, secretos, aspectos, ornamentaciones, detalles, briznas de yerba, campanadas” dice el narrador para valorar lo que este amigo significó en su vida.
Luego están sus amores que más han impactado en su vida adolescente hasta ese entonces. Unas breves descripciones de ellos bastan para dar las características que estos formaron en su espíritu. Todos esos amores adolescentes se van disolviendo por diversas causas que el narrador considera justificables. Algunos traen rasgos de sombra, tristeza y falta de higiene que él considera incongruentes con su ánimo de alegría que él tiene como forma de ver la vida. Sin dar nombres pasan, sin embargo, rescata a uno de ellos que revitaliza su ser a lo largo de la obra. Este amor se llama Catita, “la catadora de mozos” como la describe, aquella que, en lugar de enamorarla, ella los enamoraba con sus atributos físicos más que espirituales. Todo nos indica que Catita es el amor adolescente que más impacta en el joven por la emoción más extendida que hace de ella y que lo inspira a ubicarla junto a él en las descripciones de amor que muchas veces expresa en la obra. Su sentimiento de amor está descrito junto a ella. A ella le dice que “no crea en las estrellas” porque el destino no está en ellas, las estrellas forman parte de la belleza, pero no son responsables del destino del ser humano dando con ello una visión de racionalidad en su forma de entender la vida.
Pero no todo es amor, existen también sus connotaciones y juicios sobre política y religión que no aprecia tan cercanos a él, sino como realizaciones muy estrictas que describen a personajes representando un papel apegado a reglas y formas de vida que él describe con cierto alejamiento y algo burlesco. Es muy sorprendente la descripción de la señorita Müller, profesora fiscal dentro de una aureola de responsabilidades, casi de elegancia y de salud corporal en plena juventud a quien el narrador se centra en describir esos matices que la caracterizan, pero deja la huella de la desazón cuando nos da la sensación que ella en su mundo está destinada a un hermetismo como excluida en una burbuja al mundo social.
Finalmente, dejando de lado otros personajes muy bien caracterizados; se aprecia un punto de vista filosófico muy profundo sobre la vida en general, una visión de la existencia diferente a como pensamos muchas veces según la tradición de nuestra cultura. El narrador adolescente sorprende cuando dice en un pasaje de la obra: “Catita, la vida no es un río que corre: la vida es un charco que se corrompe”. Palabras poéticas que se oponen a una tradición poética que dice que la vida son como los ríos que van a dar al mar que es el morir según del poeta medieval Jorge Manrique. En “La Casa de Cartón” no se da un mensaje que la vida es como un discurrir del agua sino una quietud de charco, de lago, de mar donde se aprecia un agua límpida que luego con los acontecimientos malos y buenos de la vida va cambiando esa condición original para bien o para mal. Es la vida que va cambiando ese charco inicial y luego se va perdiendo esa originalidad por los problemas, decepciones y sin sabores de la existencia. Eso es la vida para este narrador de esta obra que a esa edad ya maneja conceptos universales. “Así es el alma Catita- o agua enemiga o agua estúpida, lago, mar, pantano, jofaina, llena de agua- pero nunca una corriente con su dirección y su cauce”, termina diciendo la obra en este capítulo...
 

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